jueves, 13 de diciembre de 2007

Ruido 2/3

Permanezco,
aún bajo la sombra
busco luz
de rodillas
imploro.


I

Desde las lámparas, los fotones de sodio arrojados sobre su piel, le hacían pensar que su pellejo estaba tan muerto como las sombras que se adelantaban siempre a su paso. Caminaba sin rumbo, dentro del lugar donde le decían sus ojos: todo está inanimado, o al menos; eso les parecía. Las cosas, los objetos, esa hora; las percibía pereciendo, a causa del ácido que la vida diurna hubo dejado esparcido sobre la corteza de la calle, en sus edificios; y en los lastímeros arbustos que crecen en las jardineras de la ciudad. Cuando lograba por instantes reproducir su propia imagen a semejanza de lo que observaba, le punzaba lo marchito y ceniciento que se veía por dentro, y era adentro, en las mucosas, donde cada vez, más le irritaba, pues a través de ellas; franqueaba su cuerpo el paso de las partículas con las que cada vez con menos ganas, regateaba el precio de su libertad.

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