jueves, 13 de diciembre de 2007

Cotidiania 3/3

De algún lado le saltó la idea, tenía ganas de estar ésa noche en especial dentro de aquel espacio que lentamente construyó desde hacía tiempo tejiendo ilusiones a la cola de un sueño. El semáforo accedió a dejar que el tránsito fluyera y pisó el acelerador por impulso. El viento de la tarde y el que producía el andar del vehículo, dejaba incrustadas en sus cabellos pequeñas gotas de mar que con él viajaban y mientras se hacían un lugar en su cabeza. Ella, indiferente, permanecía aislada detrás del volante, navegando en el sinfín de estupideces que la radio local aún -pensó-, se permite transmitir.

Se acomodó mejor en el asiento con un movimiento brusco de caderas y sintió que las nalgas le quedaron mejor dispuestas, su cuerpo le agradeció provocándole una suave sensación de descanso. Por el ánimo, sintió simpatía por el sol que entre grises nubarrones dejaba brotar sus últimos rayos sobre la bahía, mientras el alumbrado público comenzaba a encenderse en aquella hilera de lámparas que aun parpadeaban modorras. El pie sobre el pedal del freno, fue ejerciendo cada vez mayor presión ante el mensaje amarillo de alerta recibido por el ojo, luego el rojo: se detuvo. Programadamente, supo que en unos momentos más tendría que virar a su derecha, y se acordó que no tenía papel de baño, ni jabón para bañarse y eso, era lo que pretendía hacer una vez traspasado el umbral de su casa, tomar un largo y delicioso baño muy caliente. Aún flotaba sobre su mente el vapor de agua de la ducha, cuando su atención por reflejo buscó el su reloj en su muñeca, aunque solo lo miró. No le importaba en realidad la hora, pero algo tenía que hacer mientras el semáforo se ponía verde, se maravillaba con lo práctico y simples que resultan las calaveras de los autos para emitir mensajes y podía alejarse de la mirada lasciva del güey ese de la camioneta.

Texto completo